Violencia. Bajos salarios. Estrés. Agotamiento. Agresiones. Hacer periodismo en México es un trabajo altamente peligroso. El país ya presentaba cifras históricas de asesinatos de periodistas cuando estaba por cumplir los primeros tres meses del año. Aun con el coraje que les genera el homicidio de sus colegas, y aunque su propia vida esté en riesgo, los periodistas mexicanos mantienen viva la búsqueda de la verdad.
Con 331 agresiones y 16 periodistas asesinados en lo que va de 2022, México es el país más peligroso para los periodistas. Este año es el más letal: registra por lo menos un ataque contra periodistas o medios de comunicación cada 14 horas. La situación de riesgo que enfrentan las y los periodistas mexicanos rebasa incluso a la de un país en guerra como Ucrania.
¿Cómo se hace periodismo en el país más violento, y cómo se enfrenta la precarización laboral? IJNet entrevistó a cuatro periodistas mexicanos que viven en Veracruz, Sinaloa, Baja California y Michoacán, estados donde este año han asesinado colegas, para conocer en su propia voz los riesgos, sus sentimientos, su coraje por la inexistencia de justicia y la pasión por informar que los hace seguir.
Ser periodista en México
Los niveles de violencia hacia el periodismo en general, y aún más hacia el local, preocupan porque no sólo afectan a quienes lo ejercen, sino a toda la sociedad que deja de informarse sobre asuntos que deberían marcar la agenda pública, afirma Gilbert Gil Yáñez, especializado en periodismo ambiental y derechos humanos en el portal en15dias.com de Michoacán.
Esta entidad es la segunda en México, junto con Yucatán, con más agresiones a periodistas: 30 durante el primer semestre del año. Registra los asesinatos de Armando Linares, director del medio digital Monitor Michoacán, y de Roberto Toledo, colaborador del mismo medio. Ambos habían denunciado amenazas en su contra por cubrir temas de corrupción.
Gilbert Gil.
Reconociendo la violencia y los bajos salarios, para Marcos Vizcarra la respuesta de por qué se sigue haciendo periodismo está en que es apasionante informar.
El reportero de la Revista Espejo en Culiacán, Sinaloa, asegura que ser periodista en México es enfrentarse a zonas silenciadas y a una ausencia del Estado ante lo cual sólo queda acompañar a las víctimas. “No vivimos un país con guerra, pero están matando a más periodistas que en un país con guerra”, dice.
Vizcarra se ha especializado en cobertura de desaparición forzada, tema que le ha traído problemas de salud mental. Es consciente de que nadie está a salvo de no ser desaparecido. Sus años de trabajo periodístico en uno de los estados con fuerte presencia del crimen organizado y cárteles de droga le han generado estrés postraumático.
“Tenemos un tremendo daño acumulado durante años, trabajamos precarizados, cansados y con un revólver siguiéndonos. Aparte, con problemas del corazón y la mente, porque no los hemos resuelto, y no porque no queramos sino porque muchas veces no tenemos como pagarlo”, expuso.
Este año asesinaron en Sinaloa al periodista Luis Enrique Ramírez, fundador del medio Fuentes Fidedignas y columnista del periódico digital El Debate.
Escuchar o saber de un nuevo asesinato genera coraje porque se está haciendo frecuente. García menciona que mientras se piensa en marchar o mostrar indignación, también uno se agota. “Ningún reclamo o esfuerzo es suficiente para parar esto, nos desmotiva. Los crímenes contra periodistas se dan en un contexto de mucha violencia e impunidad”, plantea.
Tan arraigado está el discurso contra el ejercicio periodístico que las personas creen que alzar la voz cuando los asesinan es un privilegio, aunque ni ciudadanos ni periodistas cuentan con un sistema de protección seguro. Mientras haya impunidad, los asesinatos seguirán, acusa desde Tijuana.
“Las personas siguen ordenando matar periodistas porque nada va a pasar, porque creen que pueden continuar. Esto es un recordatorio de que nuestro sistema de justicia está muy lejos de ser medianamente aceptable, es muy débil, y los vulnerables somos todos”, reclama.
Gil señala que el Estado no genera condiciones de seguridad para que los periodistas hagan su trabajo y la sociedad no ha entendido que cuando se mata a un periodista se asesina a alguien que puede dar información de interés público.
Para Osorio, a la Comisión Estatal para la Atención y Protección a Periodistas en Veracruz “le faltan dientes por todos lados”: no tiene las atribuciones necesarias para ayudar a los agredidos; su actuar se limita a recomendaciones.
regiones de México se dedican a la cobertura sobre desaparición de personas, comparte cómo se han arropado para publicar información que en otros medios no estaría permitido, y también para acompañarse emocionalmente.
En Tijuana, García implementó, como Vizcarra, un esquema de seguridad en coberturas, como el envío de su ubicación en vivo, contar con números de emergencia de personas y funcionarios o reportarse por llamadas periódicamente, sin que en esto haya influido la empresa editorial.
Ha enfrentado situaciones tensas, como cuando un abogado que había entrevistado le pidió que borrara el audio de la entrevista luego de recibir una llamada. “La redacción nunca te prepara para esas situaciones, sólo te dicen: ve y busca la nota”.
A Vizcarra y a Osorio, cubrir desapariciones forzadas y mujeres en situación de violencia, respectivamente, les ha generado una afectación emocional que deben enfrentar al mismo tiempo que siguen en este tipo de coberturas.
Gil recuerda la ansiedad que le generó la amenaza de demanda por un reportaje que nunca se concretó, pero que en su momento le preocupó mucho e impactó en su salud mental.
García cambió hábitos y rutinas ante el temor de las agresiones, lo que habla de la necesidad de acompañamiento psicosocial que tienen los periodistas en México: marchan, se indignan, lloran, entierran a sus colegas y al mismo tiempo deben seguir trabajando y contener sus sentimientos.
Lo bueno y malo
Aunque el escenario que enfrentan es difícil, Gil, García, Osorio y Vizcarra sonríen cuando hablan de lo bueno de hacer periodismo en México.
Vizcarra destaca que cada vez se hace mejor investigación; Osorio resalta las reacciones a las publicaciones y, como García, la posibilidad de conectar con las víctimas de abusos públicos y lograr detenerlos; Gil subraya que las nuevas generaciones rompen esquemas narrativos y eliminan la “moralidad lingüística” arraigada en México.
Los cuatro coinciden en cómo los afecta ver cómo siguen matando a compañeros. “Es muy doloroso y muy triste ver cómo asesinan a compañeros con los que creciste, compartiste un café o aprendiste a escribir. Nos están quitando vidas y también destruyen familias”, expone Vizcarra.
Además de los asesinatos, el acceso a la justicia no existe en México. Los casos permanecen en la impunidad, agrega Osorio. Para Gil, una de las malas prácticas recae en la relación prensa-poder que le ha hecho un severo daño al ejercicio periodístico y que pese a ello aún hay medios que se niegan a romper esa complicidad.
Marcos Vizcarra.
Este artículo se publicó originalmente en IJNET, la Red Internacional de Periodistas.