Por José Manuel Gómez
Pese a que la sombra de la pandemia del SarsCov2 todavía se cierne sobre los guerrerenses y resto del país, poco a poco la actividad económica y la vida cotidiana ha comenzado a normalizarse, los vendedores informales dan a conocer a sus productos a los paseantes, desde fritangas, antojos y, como no, mascarillas o cubrebocas de todo tipo, objeto que se ha convertido ya en parte de la vestimenta y compañero de andanzas de todas las personas.
En las playas vuelve poco a poco a escucharse el bullicio de las familias, la risa de los niños, el chapoteo de las personas en las aguas que se aprecian, un poco más cristalinas, de un azul más profundo. Sobre el malecón, los yates alistan los últimos detalles para lanzarse hacia el mar, llenando a sus pasajeros con promesas de aventura mientras los pescadores con ínfulas de bucanero exhiben con orgullo a los peces vela capturados a base fuerza e impetuosidad.
Para el señor Francisco Zarco, poder asistir a la “playita” como emotivamente le dice, es uno de sus mayores placeres, empleado del sector de la construcción desde prácticamente toda su vida, este guerrerense por adopción oriundo de la Ciudad de Mexico, no oculta su alegría de poder estar nuevamente frente al mar. Sentir la arena en sus pies y la brisa en su cara, llenando sus pulmones, tan castigados tras años de trabajar en el oficio de la construcción.
“La verdad es que se necesitaba, poder traer a la familia, relajarse después de una semana de trabajo, poder olvidarse de las dificultades que todo esto de la enfermedad no ha traído” y agregó que esto también sirve para ayudar a tantas personas donde sus ahorros se han venido abajo.
Concluyó que todavia hay que tener cuidado, como en todos lados, como en su caso en las obras, donde debido a su edad ha visto reducido sus horas de trabajo para evitar contagios.